Sobre la realidad histórica de la familia tradicional I

Si partimos del hecho histórico y evolutivo de que el homo sapiens tiene 200,000 años de existencia en el planeta y de que las grandes organizaciones culturales, políticas y económicas tienen apenas unos cinco mil años, tenemos que la llamada familia tradicional es un constructo socio-cultural focalizado en un momento muy reciente de la historia humana, ese momento representa apenas el 5% de toda nuestra historia en este planeta.
Durante los más de 190,000 años en que los homo sapiens vivimos como cazadores recolectores, nadie se casaba o divorciaba porque todavía no se había inventado e institucionalizado dicha forma de organización erótico-afectiva, política, económica y social. Durante ese largo periodo de tiempo, nadie creía que había hijos legítimos o ilegítimos ni que el hombre tenía privilegios y autoridad sobre su esposa, hijos, esclavos y ganado para “educarlos”, eufemismo para referirse al control y dominio del otro.
Diversos estudios antropológicos defienden que las tribus de cazadores recolectores practicaron el igualitarismo feroz, todo era de todos y todos ayudaban a todos. La estratificación social de la tribu, que determinaba quién era más o menos importante, no tenía que ver con el sexo sino con el mérito, es decir, la capacidad de cada uno de los miembros de la tribu para aportar beneficios hacia el bienestar y sobrevivencia de la misma. Aquellos más capaces de procurar bienestar, orden y seguridad a la tribu, eran más reconocidos que los que no. Ese reconocimiento había que ganarlo, y no se adquiría por herencia o por el simple hecho de nacer hombre.
La división del trabajo por el sexo surge paulatinamente con el inicio de la agricultura hace unos diez mil años, y lentamente esta revolución cultural terminaría dando vida a las estructuras patriarcales que vinieron después. Parafraseando a Rousseau en su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, esta anomalía social se estableció una vez que alguien dijo: esta tierra es mía, al igual que esta casa, mujer, hijos, esclavos, etc., y un gran porcentaje de personas se lo creyó. De manera análoga Hegel escribió que para que funcione la dialéctica del amo y del esclavo, se requiere que el amo se crea amo y que el esclavo lo crea también. Sea mediante el uso de la fuerza, la persuasión, o una mezcla de ambas, lentamente la división social por sexo, al igual que las clases sociales y la propiedad privada se fueron propagando por todo el mundo, primero como luchas entre pequeños asentamientos y después como conflictos imperiales con ejércitos especializados.
Antes de la revolución agraria nadie era dueño de nada, y así como no había títulos de propiedad, tampoco había contratos matrimoniales, ni tampoco existían divorcios o religiones institucionalizadas como las que hoy conocemos. La religión más antigua todavía practicada es la hindú y apenas tiene unos seis mil años de antigüedad, por tanto nadie podía declarar a nadie como marido y mujer. De hecho, el título de propiedad y el contrato matrimonial surgen de la mano, el control de la tierra se instituyó junto con el control de la mujer en tanto que productora de herederos. Los matrimonios surgieron, en realidad, como una alianza estratégica, económica y militar para garantizar la propiedad y explotación de grandes extensiones de tierra. De manera que con la agricultura surge el patriarcado, y con este la idea de la virginidad, ya que sin poder controlar la sexualidad de la mujer, no se podía garantizar la línea hereditaria paterna. El papel de la mujer se redujo a ser una incubadora y criadora de herederos legítimos.
Con la propiedad de la tierra surgieron las disputas y guerras entre diferentes grupos que con el tiempo se agruparon en “Casas” o feudos. Los “dueños” de feudos se agrupaban y reconocían entre sí heredando su apellido y su escudo familiar mediante alianzas matrimoniales. Estas uniones o alianzas permitían garantizar la protección y explotación de la tierra, y eran una buena manera de ampliar tanto la fuerza laboral para trabajar la tierra, como la fuerza bélica para defender o invadir nuevos territorios. Aquellos que hicieron mejores alianzas matrimoniales fortalecían su “Casa”, mientras que los que no eran tan capaces de generar buenas alianzas eran derrotados, sometidos y/o exterminados. Las mejores alianzas crearon grandes “Casas” y luego grandes imperios, mientras que las “Casas” pequeñas o débiles fueron absorbidas, conquistadas o exterminadas.
Como ya dijimos antes, es esta estructura de producción y control de la tierra la que impone la noción de “virginidad” y fabrica su importancia a nivel ideológico. Lo que se intentaba era controlar y garantizar que el primogénito, el primer hijo varón, fuera realmente hijo del patriarca, pues al no existir ningún modo de garantizar la fidelidad de la mujer o comprobar la paternidad de los hijos, se exigía que esta fuera virgen y que en la noche de bodas, a la vista de las familias involucradas, se consumara el matrimonio y la nueva esposa resultara embarazada para dar vida a un heredero; es decir, un hijo varón. Las mujeres no heredaban, sino que eran heredables, eran parte de las posesiones de un patriarca, como los esclavos, los hijos, el ganado o la tierra.
Con el paso del tiempo esto daría vida a las diferentes estructuras feudales y monárquicas en prácticamente todo el planeta. En este periodo la gente pobre, sin “casa”, no se “casaba” porque no tenía ninguna tierra que heredar ni alianzas estratégicas que realizar, los “sin nombre” o sin apellido, eran siervos sin tierras. Su único valor era como mano de obra barata de alguna “Casa”, que por su trabajo tenían la posibilidad de asentarse en algún sitio y comer de lo que producían. Las ganancias eran propiedad exclusiva de los dueños de la tierra.
Es decir, por unos siete mil años, el matrimonio fue el mecanismo político y económico en que diferentes “Casas” crearon alianzas militares y estratégicas para acrecentar su poderío sobre el control de la tierra. El amor y el vínculo afectivo entre los esposos no era un requisito, aunque se consideraba deseable que las personas que se casaban se respetaran y apreciaran, esto no era considerado necesario. Mientras la mujer fuera capaz de dar vida a un hijo varón, se consideraba cumplida su parte del trato, si esto no ocurría se podía romper la alianza o se cambiaba a la esposa por otra que si fuera capaz de cumplir con su tarea. Evidentemente eran los patriarcas los que decidían quien se casaba con quién.
De este periodo surge la idea del “derecho matrimonial”, es decir, que el hombre tiene derecho a tener sexo cuantas veces quiera con su esposa, con o sin su consentimiento, ya que su trabajo era dar la mayor cantidad de descendencia posible y por esto mismo era considerado aberrante y egoísta que la mujer se negara a tener relaciones sexuales. Del mismo modo se consideraba que el hombre tenía todo el derecho y obligación de “educar” y “corregir” a su mujer, hijos, esclavos y/o siervos, del modo que considerara correcto, incluyendo la fuerza física. En esa época no se consideraba inmoral o violento que el “pater familias” golpeara o maltratara a los miembros de su casa o hacienda, esposa, hijos, esclavos, etc., para mantener el control. Si bien se consideraba deseable que no se comprometiera la vida de ninguno, si esto sucedía tampoco era considerado algo grave, ni tampoco un delito. En la Biblia misma se establece que: “Si uno golpea a su esclavo o a su esclava con un palo y muere en el acto, deberá ser castigado, pero, si sobrevive un día o dos, no será castigado pues era propiedad suya.” Esto se describe en: éxodo 21, 20-21, y en éxodo 21, 7-8, se autoriza que un padre pueda vender a su hija como esclava. En este texto, como en otros equivalentes escritos durante la época agraria, como el código de Hammurabi, la esclavitud está perfectamente aceptada, así como el dominio total del patriarca sobre sus bienes: esposa o esposas, hijos, esclavos, animales y tierras.
La idea de que un marido violara a su mujer tenía tanto sentido como que una persona se robara a sí misma, la mujer, como los hijos, tierra y esclavos constituían parte de la propiedad privada del patriarca y por tanto tenía derecho absoluto para hacer con sus bienes lo que considerara pertinente. En la Biblia, Deutoronomio 22, 28-29, se establece que si un hombre “yace” con una mujer y son sorprendidos, este tendrá que pagarle al padre (dueño) 50 siclos de plata y entonces será su mujer; es decir, será de su propiedad pues la ha comprado a su anterior dueño. “Violar a una mujer que no pertenecía a ningún hombre no era considerado un delito en absoluto, de la misma manera que coger una moneda perdida en una calle frecuentada no se considera un robo.” (Harari, 2018, 166).
En resumen, el matrimonio en sus inicios no tiene nada que ver con el amor o la familia como la conocemos hoy en día. Toda idea de familia es y ha sido una construcción social con objetivos sociales precisos. Durante el periodo agrario, el matrimonio fue un mecanismo conveniente y funcional para crear alianzas entre las diferentes “Casas” y así expandir el poder y territorio de las mismas, como bien muestra la saga de “Juego de tronos” inspirada en las guerras y costumbres medievales.
Con el paso del tiempo la época agraria empezaría a decaer dando inicio a la modernidad. Los comerciantes y artesanos empezarían a adquirir mayor poder al empezar a generalizarse el uso de otra construcción social: “La Moneda”. Esta nueva ficción cambiaría las reglas del juego social. Si en la época agraria el poder estaba en la posesión de la tierra (terratenientes), en la modernidad el dinero daría vida a una nueva élite, la burguesía, misma que empezaría a modificar los órdenes sociales reinantes y con ello las nociones de familia legítima y deseable.
El crecimiento del comercio favorecería los asentamientos urbanos y las necesidades de las sociedades modernas crearían cambios ideológicos profundos en el modo en que se organizaría la sociedad y la familia en general. Nuevas formas de organización social darían vida a nuevas formas de organización familiar.
Todos estos cambios los expondremos y analizaremos en escritos posteriores. Quede por ahora establecido que nuestras ideas románticas del matrimonio tienen muy poco que ver con el desarrollo histórico de esta práctica social sumamente inestable y altamente cambiante.
Biliografía
Coontz, S., (2005): Marriage, a history. How love conquered marriage. Penguin Books, USA Rifkin
Harari, Yuval-Noah (2018): De animales a dioses, Debate, México.
Rifkin, J. (2010): La civilización empática. La carrera hacia una conciencia global en un mundo en crisis. Paidós, España.Ryan
Ryan, C., Jethá, C. (2012): En el principio era el sexo. Los orígenes de la sexualidad moderna. Cómo nos emparejamos y por qué nos separamos. Paidós, España.
Biblia de Jerusalem, (2001), Desclee de Brouwer, España.
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