Queen: una pasión sin excusas

Como yo, tal vez muchos de los que están leyendo esto crecieron escuchando la música de Queen. Yo nací en un mundo en el que Freddie Mercury ya era una leyenda, y también en un mundo en el que hablar de sida era hablar más sobre miedos y prejuicios que de una enfermedad. Ahora, después de tantos años, han cambiado mucho la accesibilidad y efectividad del tratamiento, así como el combate contra la desinformación relativa al sida. Y aunque mucho ha cambiado desde 1991, para bien y para mal, vivo en un mundo que sigue creyendo que Freddie Mercury es una leyenda y que la música de Queen es un tesoro tan valioso como para seguir creciendo con él y compartirlo con las generaciones que vienen.
Aunque la película de Bohemian Rhapsody ha recibido críticas diversas, (incluso si todos estamos más o menos de acuerdo en que el casting y las actuaciones son sobresalientes); lo que ha ayudado a mostrar esta película es la gran popularidad y cariño que es capaz de despertar la música de Queen y también la biografía de Mercury. Por supuesto (spoilers menores), la película tiene varias imprecisiones históricas, tal vez para acentuar aspectos del Freddie que la película quiere presentarnos. En cualquier caso, y afortunadamente para los fanáticos, la música ocupa un lugar central en la película. De tal manera que, para los que no tuvimos la oportunidad de ver a Queen en concierto, esta sea posiblemente una de las formas que tenemos para imaginarnos cómo habría sido esa increíble experiencia.
Pero ¿qué es aquello que desde la voz de Mercury y las canciones de Queen sigue llamando a más generaciones, sin soltar a las que llegaron primero? Tal vez todos tengamos una respuesta distinta a esta pregunta según nuestra propia relación con la banda, pero aquí quisiera aventurar que la razón por la cual la música de Su Majestad nos sigue llamando es porque nos permite vivir, aunque sea por unos minutos, la experiencia de una pasión que no pide perdón ni da explicación de sí misma. Es vivir, a través de la música, la pasión por la pasión misma.
Un factor crucial para la fuerza de la música de Queen es su teatralidad, su capacidad para llenar un espacio y apoderarse de él. Esta apropiación puede adoptar diversas formas: ciertas notas inolvidables al piano, aplausos y pisadas en la arena de un estadio o en la intimidad de nuestra sala. Baladas por los amores perdidos, los amores que aún no hemos encontrado o por esos amores que, cuando son demasiado, intentan matarnos. Una canción de empoderamiento en donde podemos gritar que queremos liberarnos, que lo queremos todo, que no nos detengan.
En esta época que continuamente intenta en vano desprenderse de su nostalgia, la película de Bohemian Rhapsody no es la excepción. Tal vez muchos se encuentren igual que yo, lamentando no haber visto a Queen en aquellos legendarios conciertos. No haber vivido la emoción de saber que viene un disco nuevo o esperar la promesa de una nueva canción y saber que ahí estará esperándonos, la voz de Mercury; así como no disfrutaremos nunca de los nervios de tener que conseguir los boletos para la última gira [aunque es importante decir que May y Taylor siguieron haciendo giras como Queen, invitando nuevas voces a sumarse]. En otras palabras, si algo queda después de la película, es esa sensación de tristeza al presentir todas esas colaboraciones entre Mercury, May, Taylor y Deacon que no llegaron a concretarse. De todo lo que podrían habernos dado esos cuatro genios musicales en conjunto, y de lo que daríamos por poder escucharlo. Y si como yo, alguien se queda con esa nostalgia atravesada, y en lugar de espantarla quiere regodearse en ella, aunque sea por unos minutos más, sólo puedo dejarlos con la composición de May: “No-One But You (Only the good die young)”:
A hand above the water
An angel reaching for the sky
Is it raining in heaven
Do you want us to cry?
And everywhere the broken-hearted
On every lonely avenue
No one could reach them
No one but you
One by one
Only the good die young
They’re only flyin’ too close to the sun
And life goes on
Without you
Y mientras nos dure esta tristeza, alegrémonos también que tenemos como pretexto esta película para volver a escuchar a Queen en las tiendas, los centros comerciales o el transporte público. Porque eso sólo puede hacer que nuestro día mejore al recordarnos que vale la pena permitirnos apasionarnos por algo, sin pedir perdón ni permiso.
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