Nuestro momento

Ya no es momento para sentirnos como frágiles muñecas de porcelana, guardadas detrás de una vitrina de cristal. Una vez que hemos conocido -y permitido conocer- el poder de nuestras voces, no hay marcha atrás.

Es verdad, las formas en la que se busca deslegitimar y acallar nuestras manifestaciones puede lastimar, puede desanimar, incluso podría hacernos pensar que se está teniendo un retroceso. Pero si no molestáramos, no incomodáramos, no asustáramos a nadie dentro de este sistema de valores retrógradas, sería porque estamos haciendo algo mal. Si nadie nos exigiera silencio, sería porque nadie teme a nuestro mensaje. Y si nadie intentara dividirnos, sería porque ignoran que juntas somos la fuerza que se necesita para crear el cambio que tanto exigimos.

El sentimiento de unión se ha convertido en uno de los pilares fundamentales de nuestra lucha; fomentar espacios donde las mujeres podamos conocernos, ver nuestros rostros, comprender situaciones de vida y, sobre todo, concientizarnos respecto a situaciones difíciles que se viven día con día, nos deja saber con quiénes y por quiénes estamos luchando. Permite que se vuelva algo íntimo, algo cercano y familiar que va formando poco a poco parte íntegra de nuestras convicciones, recordándonos que vale la pena sacrificar lo que cada una tiene a su disposición si es por el bienestar de todas. No se trata de estar de acuerdo todo el tiempo, ni de apropiarnos de las ideas de las demás. Ni siquiera es urgente que todas nos simpaticemos o nos volvamos grandes amigas. Antes, incluso de ser mujeres, somos personas. Somos tridimensionales, multifacéticas, reflexivas. Tenemos intereses, identidad, ambiciones… es normal que en ocasiones deseemos las mismas cosas y queramos también pelear por ellas.

El truco no está en ver amigas, personas desconocidas o enemigas. Lo importante es estar dispuestas a defendernos, a hacer valer nuestra dignidad como mujeres: como seres humanos. Darnos la mano si es necesario, incluso si no podemos vernos ni en pintura, porque si alguna vez fuimos débiles, ahora no solo hay sabemos luchadoras fuertes, también hay que tener presente que no estamos solas, que en cada esquina habrá siempre una mujer velando por la seguridad cada una de nosotras, como nosotras por la suya.

Ahora que por fin hemos despertado, ha llegado el momento de abandonar las creencias que nos atan, que nos convencen de que necesitamos el permiso o la aprobación de quien sea para correr la voz y buscar que se escuchen nuestros gritos, nuestros llantos, el enojo contenido durante años, la impotencia causada a raíz de tantas injusticias que lamentablemente se han convertido en parte de nuestra cotidianidad.

Es momento de priorizar el valor del cuerpo y la vida de las mujeres por sobre los edificios y monumentos que ya no significan nada para su pueblo. Es momento de que caiga lo que tenga que caer, que arda lo que tenga que arder, que responda quien tenga que responder por todas aquellas que nos fueron arrebatadas y por las que ahora salen a las calles a seguir expresando su descontento. Pero, ante todo, es tiempo de saber que éste es nuestro momento. Nadie tiene el derecho a arrebatárnoslos, nadie tiene el derecho de apropiárselo. Nosotras llevamos las riendas, y a partir de ahora, el cambio que queremos depende enteramente de nosotras.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.