¿Por qué nos asusta el cambio?

En abril llegó a las salas de cine Love, Simon [Yo soy Simón], una película basada en el libro Yo Simón, Homo Sapiens, de Becky Albertalli. Love, Simon es una historia de amor. Esta película nos cuenta la historia del primer amor de Simón, el amor que tiene hacia sus amigos, y también el amor con sus padres y hermana. Sin embargo, aunque el amor es el gran telón de fondo de esta película, creo que Love, Simon es también una narración sobre por qué crecer es algo que nos asusta tanto.

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Crecer es, necesariamente, cambiar. Simón está en su último año de prepa y tiene una rutina perfectamente planeada con sus tres amigos íntimos, su familia y las clases de teatro. Como en todo cierre de una etapa, Simón está nervioso por los cambios que se avecinan una vez que él se vaya a la universidad. Sin embargo, algo particularmente llamativo de esta historia es que Simón anticipa algunos cambios, pero ignora que no todos ocurren sólo cuando él los espera. Toda la historia de Love, Simon se desencadena justo por un evento que el mismo Simón no podría haber previsto. Él cree que puede proteger su más íntimo secreto, pero como ocurre muchas veces en la vida, hay condiciones que nos rebasan y que, al final del día, nos muestran que estamos a la merced de todos esos pequeños factores contingentes que, cuando se juntan, cambian por completo nuestra vida, independientemente de si estamos preparados para ello o no.

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Como ya decía, crecer es cambiar. Y esto implica que cada vez más nos vamos dando cuenta de cómo en realidad tenemos muy poco control sobre nuestra vida, lo cual puede provocar mucho miedo. En otra de mis películas favoritas, Kung Fu Panda, el maestro Oogway intenta explicarle a Shifu que, en realidad, el control es tan sólo una ilusión. Shifu, por supuesto, tiene que discutir con su maestro y le dice que él puede controlar el destino de un árbol decidiendo dónde lo planta, qué tipo de árbol, qué cuidados darle, etc. Oogway, sin embargo, le dice que aún con todos esos cuidados, nadie puede controlar cuándo crecerá y florecerá el árbol, si es que lo hace. Es verdad que hay algunas cosas que dependen de nosotros, pero visto desde cierta perspectiva, en realidad lo que podemos dominar es muy poco. Nuestras decisiones son importantes, claro, pero no tenemos el control que usualmente creemos tener, incluso si esto nos ofrece una frágil sensación de tranquilidad.

Simón cree que puede controlar su vida más de lo que en realidad puede. Por esta razón, él cree que puede decidir que nada cambie,pero ¿cómo sería posible que alguien pueda, por su propia voluntad, detener o adelantar el cambio? Simón hace un gran esfuerzo por resguardar su propio secreto, como si esto bastara para no modificar su vida. Él considera que si oculta bien quién es, aunque sólo sea por un tiempo más, nada pondrá en riesgo su relación con los demás. Si él aguanta la respiración nada cambiará, incluso si esta decisión amenaza con asfixiarlo. Pero ¿por qué Simón preferiría asfixiarse antes que cambiar? ¿Por qué perder el control nos amenaza tanto?

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En el caso de Simón, él cree que puede controlar las condiciones de rechazo o aceptación de los demás. Si ahora es feliz, ¿por qué cambiar? Cambiar podría perjudicar la felicidad que ha conseguido. Pero, y aquí viene la paradoja en la que se encuentra Simón, para no cambiar, debe negar continuamente quién es. ¿Quién será Simón una vez que deje de fingir? ¿Le gustará su nueva persona? ¿Le gustará a los demás? Lo peor es que, como ya he repetido muchas veces aquí, no tenemos el control como quisiéramos y Simón tampoco lo tiene. Alguien más decide por él cuándo deben cambiar las cosas y creo que esa es la parte más violenta de toda la historia. La violencia para Simón no proviene del rechazo, del bullying o de una amenaza física. Lo más violento que le ocurre a Simón es que alguien de pronto le arrebata su sensación de tranquilidad mostrándole que él no puede evitar que las cosas cambien. Ni siquiera con nuestros aspectos más íntimos estamos a salvo de que una fuerza ajena a nosotros llegue y transforme todo. Para bien o para mal. Y esa amenaza, que está de alguna forma siempre latente, es terrible.

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La historia de Simón termina bien, no porque recupere el control de su vida. En realidad, como él mismo le reclama al personaje que decide por él, esa posibilidad le fue arrebatada por completo y de ninguna forma puede recuperarla. Pero la historia de Simón tiene un final feliz, porque comienza a tenerle menos miedo al cambio y a perder el control. Simón comienza a tomar cada vez más riesgos sobre su vida, mismos que tal vez antes habría evitado simplemente por miedo a las consecuencias. Pero, afortunadamente para él, Simón aprende que sólo puedes ser feliz siendo quién eres, en la medida en que apuestas porque las cosas cambien y no, por el contrario, al tratar de que todo siga siempre igual. Muy poco depende de nosotros, nuestras decisiones son tan sólo un factor de los tantos que intervienen en nuestra vida. Pero sí podemos decidir cómo afrontar todo lo que nos ocurra. En lugar de preocuparnos por la inútil tarea del control, podemos estar más contentos con los riesgos que asumimos y las personas con quienes elegimos seguir creciendo.

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