Fleabag, amistad entre mujeres y “bad” feminismo (contiene spoilers)

Fleabag es una de las series más reveladoras y mejor construidas sobre los esfuerzos contemporáneos que nos implican los vínculos afectivos.
Uno de los momentos más icónicos de la serie es cuando Fleabag en el primer capítulo, le confiesa a su padre:
I have a horrible feeling I am a greedy, perverted, selfish, apathetic, cynical, depraved, morally bankrupt woman who can´t even call herself a feminist…
Quien dolorosamente solo atina a decir, “eso lo heredaste de tu madre”.
La primera pregunta que me salta después de llorar junto a Fleabag en ese capítulo y muchos otros es, por qué cree que no merece llamarse feminista, más aún, por qué muchas nos hemos sentido así, como si fuésemos indignas de llamarnos feminista. Es como si el solo concepto estuviera cargado de estándares que cientos de mortales de carne y hueso no podemos ni en sueños alcanzar.
Fleabag pone al descubierto este sentimiento y muestra de manera maravillosamente cruel las complicidades de la amistad entre mujeres desde diversos contextos y realidades que remueven el piso y tocan las entrañas. La “amistad” de nuestra protagonista con su hermana, por ejemplo, retrata muy bien la complejidad con nuestros vínculos sanguíneos, esos que nos unen de forma fortuita, no como una elección, sino por azar genético, y Fleabag nos permite hacer catarsis con la diferencia entre el elegir y el aceptar, reconociendo que la diferencia está ahí, y que en el mejor escenario la genética no nos jugará una mala pasada. En una especie de contraparte, la amistad con Bu, quien trágicamente está muerta desde el inicio de la serie, es parte fundamental de la vida de Fleabag como su respaldo emocional, complicidad y red de apoyo.
La tragedia de Fleabag es que su único vínculo afectivo fuerte (Bu) decide pararse en una pista de bicicletas para lastimarse y que su novio, quien se ha acostado con otra persona, se sienta culpable y vaya a visitarla al hospital; lo que no contempló Bu es que su estrategia fallaría terriblemente y terminaría causando un aparatoso accidente que le quitaría la vida -y a un par de personas más-. Fleabag se siente profundamente responsable de lo que sucedió porque, como nos enteramos al final de la primera temporada, la persona con la que se acostó el novio fue ella, y este hecho nos permite comprender la carga emocional que transcurre en todos los capítulos. Desde su perspectiva, Fleabag se vive como una mala amiga, una mala amante, una bad feminist en toda la extensión de la frase, pues no cumple con los estándares que la sororidad femenina y la amistad implican, y esto no es menor, porque no solo se trata de una clasificación arbitraria entre malas y buenas feministas, sino que en ello se va la pérdida y el duelo de haber traicionado al vínculo primordial de su vida. Pero ¿realmente Fleabag es una cínica, apática, pervertida y bad feminist? ¿Quién o qué sistema social, y con qué legitimidad, influye para que una mujer se nombre así? ¿cómo opera el entramado de nuestros vínculos para llegar a estas conclusiones?
Lo que podemos cuestionar en este punto es si, en ciertos momentos de nuestra vida, no abanderamos un feminismo concebido de manera esencialista[1]. Es decir, podríamos repensar nuestra relación con el feminismo con el que nos identificamos y verlo como parte de la gran obra de teatro de nuestra vida, no como si esencialmente el feminismo formara un cúmulo de reglas bien definidas que, de no ser cumplidas, me excluyen de la “obra oficial”. Mas bien, el reconocimiento de múltiples formas de feminismo, así como de múltiples formas de declararme feminista – la feminista que decide maternar, la que no, la feminista queer, trans, cis, indígena, negra, blanca, pobre, rica, clase media, divorciada, soltera, etc.,- solo son identidades con las que me relaciono pero que no me definen, y son mutables acorde con la deconstrucción con la que me comprometo. Si bien el declararnos feministas nos posibilita enmarcarnos e identificarnos con una red de apoyo que comprende un estado de desigualdades y condiciones específicas, este común denominador no nos obliga a “esencializarnos” con un formato de feminismo como el correcto.
Si bien el problema de Fleabag dibuja específicamente la traición que se le puede hacer a otra mujer que, además es un vínculo fundamental en su vida, creo que también ilumina lo que nos sucede a muchas en distintos momentos, a saber, el miedo de estar incumpliendo con el mandato de buenas feministas cuando nuestras emociones, sentimientos, debilidades, inseguridades y contexto nos juegan malas pasadas que terminan saboteando vínculos importantes para nosotras. Desde una identidad esencialista en donde me asumo feminista desde cierto tipo de reglas que constituyen un concepto abstracto y cerrado, es fácil que en la vida diaria no logre cumplir con los estándares que me impongo (o me imponen), y que la frustración sea el acto seguido de manera necesaria. No obstante, si mudamos el cómo nos nombramos e identificamos a una suerte de “identidad estratégica y cambiante” podemos construirnos desde distintas realidades y a lo largo de nuestra vida sin tanto sufrimiento.
Identificarnos de cierta manera, entonces, es una tendencia común para sentirnos parte de un determinado grupo que consideramos deseable, y que nos posibilita generar vínculos y una red de apoyo frente a las complicaciones de la existencia misma, pero esa identificación no lo es todo y no es lo que nos define de manera monolítica y cerrada. Reconocer la posibilidad de error nos acerca a una manera más amable y empática de mirarnos a nosotras mismas. Fleabag nos enseña eso, nos enseña que no es fácil vivir con los muertos que cargamos acuestas, que los errores duelen y que la vida no es ni de lejos un jardín de rosas, pero también nos enseña a comprender que, en la obra de teatro de nuestra existencia, a veces nos tocan papeles que no quisiéramos haber interpretado, pero que eso no nos determina. Fleabag también nos enseña que siempre puedo reconstruir la obra con personajes que se modifican, crecen y se reconstruyen incluso desde las cenizas.
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- Sigo el hilo conductor sobre la discusión de Gayatri SpivaK entre identidades esencialistas e identidades estratégicas. ↑
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