Coco: Cómo conocernos a través de nuestras pérdidas

Mi abuela murió un domingo por la mañana. El sábado fui a comer con ella y había quedado en ir a cenar al día siguiente, como cada domingo desde hacía varios años. La última cena prometida nunca llegó y me encontré con una situación que me resultaba por completo nueva: mi incapacidad para comprender su ausencia. Unos años más tarde moriría mi gatita, quien vivió conmigo por 21 años. En ambos casos, me sorprendió que no podía dejar de pensar quién podría ser yo sin ellas y cuánto me iban a hacer falta. En mis respectivos duelos, no sólo me dolía la distancia, ahora infranqueable, con ellas. También descubrí la incertidumbre de no saber qué quedaba de mí misma después de lo que había perdido. De alguna forma, el duelo se sentía como un enfrentamiento no sólo con todo lo que ya no volvería —ya sean lugares, personas o recuerdos—, también con mis propios miedos, mi vulnerabilidad, y el sentimiento de ser infinitamente pequeña en un mundo de grandes ausencias.
La película de Pixar, Coco, retrata bien el tipo de “viaje” que puede suponer un proceso de pérdida, y nos muestra cómo estos duelos pueden ser vividos de maneras distintas. En lo que sigue, me detendré tan sólo en tres ejemplos que presenta la película, sobre cómo el duelo y las pérdidas que enfrentamos en ellos, nos permiten conocernos y descubrir cosas sobre nosotros mismos, que tal vez no habríamos conocido de otra forma.
Un primer caso es el de mamá Imelda. Su proceso de duelo no comenzó por una muerte, pero sí por una separación. Después de que su esposo se va de casa para no regresar, ella tiene que criar a su hija, Coco, completamente sola. Esta pérdida la condujo a un momento en el que se permitió intentar algo que nunca antes había hecho: aprender a hacer zapatos. A partir de su duelo, y del camino que empezó con él, mamá Imelda encontró una nueva forma de ser ella misma, de mantener a su familia y asegurar una tradición que le sobreviviría por muchas generaciones.
Un segundo ejemplo lo tenemos con el personaje de Héctor. Él, por su propio proceso de duelo, comienza a negar quién es para intentar así recuperar (aunque sin éxito) lo que ha perdido. Pero el duelo, como decía anteriormente, nos lleva a conocernos mejor, no a negar quién hemos sido. De ahí que, a mi parecer, uno de los mayores aciertos de la película Coco es mostrar cómo lo que le permite a Héctor rencontrarse con aquello que estaba buscando desde hacía tanto tiempo no es fingir ser alguien más, sino hacer las paces consigo mismo, es decir, reconciliarse con sus canciones y con nunca haber dejado de ser músico, incluso a su pesar.
El tercer ejemplo sobre el que quisiera hablar aquí corresponde al personaje principal de la película. Miguel es un niño que también tendrá que descifrar quién es por medio de las pérdidas a las que se tendrá que enfrentar: ¿es un músico incluso si esto supone dejar atrás a sus seres queridos? ¿Es un Rivera dispuesto a renunciar a su mayor pasión, con tal de no separarse de su familia? La película plantea esta disyunción extrema entre música y familia, pasión y raíces, como el camino de pérdida que tendrá que recorrer Miguel para averiguar quién es en realidad. Sólo en sus propias renuncias, podrá encontrar sus respuestas y su camino. Es gracias a este viaje por el mundo de los muertos que Miguel puede regresar con su familia sabiendo no sólo quién es, sino también cómo puede ayudar a su familia a reencontrarse consigo misma.
Al final, la película de Coco nos permite estar un poco más tranquilos, al mostrarnos cómo los duelos no son procesos solitarios, sino una forma de descubrir (¿recordar?) quiénes somos y quiénes siguen a nuestro alrededor, incluso desde su ausencia.
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